¿CÓMO COMPRENDER LOS INDICIOS DE LA PRÓXIMA RECESIÓN ECONÓMICA MUNDIAL? Segunda parte

Mauricio B.

En la pasada nota que desarrollamos (aquí) se trató de dar una sencilla y tentativa explicación sobre lo que se ha considerado como la antesala de la próxima recesión económica mundial, intentamos comentar que existen dos grandes vertientes sobre los detonantes de esta coyuntura, y que la diferencia entre ellas radica en el posicionamiento que cada una ha adoptado frente al sistema económico vigente; la visión liberal o reformista, concibe el capitalismo como la forma de organización social más perfecta que existe, ya que no es la dinámica del mercado la culpable de las crisis económicas (los mercados son estables, moldeables), sino que ocurren acontecimiento aleatorios (choques externos ajenos al sistema) que provocan tales irregularidades y nos dicen, con cierta arrogancia, que si se deja actuar libremente al mercado, como un mecanismo que tiende por sí mismo al equilibrio, este volverá a alcanzar la estabilidad; por otro lado, la segunda posición, y particularmente la de corte marxista, considera que las crisis constituyen un fenómeno innato en el sistema, pues sus contradicciones características provocan que el mercado nunca sea estable, mostrando que es este hecho, aunado a la organización del proletariado, lo que lo llevará a su propia autodestrucción; en suma, la diferencia radica en que, mientras una hace apología de la sociedad burguesa, la segunda la condena, negando lógicamente su perpetuidad histórica (Shaikh, 1991; Tapia, 2017).

Una vez teniendo presente los aspectos conceptuales de la discusión, comentamos que el objetivo del presente escrito sería exponer la evidencia empírica que muestre la tendencia de las variables económicas más relevantes, esto con el fin de validar la explicación que hemos expuesto, del mismo modo, se desarrollan algunos elementos de discusión con el pensamiento económico burgués (autodenominado “neokeynesiano”), dejando claro que su intervención vía “política económica” será estéril para resolver el problema al que hacemos alusión, pues el capitalismo no es un ente moldeable que puede ser perfeccionado o mejorado a través de la voluntad del Estado y los bancos centrales (BC), sino que las fuerzas contradictorias que lo definen, determinan los eventos convulsos que se desatan de forma periódica, deteriorando continuamente la vida misma, y recuperando momentáneamente su vereda sólo a través de la destrucción de los valores de uso producidos, así como mediante la creciente explotación de los trabajadores y las trabajadoras. 

Ante lo anterior, nuestra clase: la clase obrera, tiene la responsabilidad histórica de recuperar sus previas experiencias de lucha, con el fin de hacer frente al agudizamiento de los embates a los que nos someterá la burguesía en la crisis venidera y, de forma paralela, para sentar, de una vez por todas, las bases de la nueva comunidad humana, en la que nadie podrá decidir por nosotros hasta la forma de morir. 

Comportamiento del PIB mundial

En el escrito pasado expusimos la perspectiva de crecimiento económico mundial estimada por organismos internacionales como el FMI, la UNCTAD y la OCDE, en general, se afirmaba que en 2019 habría un descenso de 0,8 puntos porcentuales en la actividad económica con respecto a 2017; en el informe trimestral del Banco de México (https://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/informes-trimestrales/%7B0DED33B2-FF70-345D-53BE-77EA35A0D743%7D.pdf), presentado el 26 de febrero del presente año, se apunta que en el último trimestre de 2019 siguió persistiendo un ambiente de desaceleración, y a pesar de que se muestran algunos signos de confianza en la inversión, se comenta que no hay indicios claros en la mejora de las economías, persistiendo riesgos a la baja en el corto y mediano plazo. 

En el mismo sentido, el World Economic Outlook de enero del 2020 (https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/01/20/weo-update-january2020) señala que en el tercer trimestre del 2019, el entorno de desaceleración para las economías avanzadas fue generalizado, asimismo, añade que las previsiones de crecimiento para 2020 se han estimado en una reducción del 0,1%, mientras que para 2021 la reducción que se prevé es de 0,2% más bajo; por último, el World Economic Situation and Prospects (https://www.un.org/development/desa/dpad/wp-content/uploads/sites/45/WESP2020_CH1.pdf) comenta un estado similar de debilitamiento de la economía mundial para el año de 2019, mientras que para 2020 y 2021 se anticipan sutiles incrementos en el producto global.

La importancia de recuperar estos informes radica en que presentan el estado de salud de las economías capitalistas, si bien es cierto que, “todas las cuentas económicas nacionales existentes están basadas en categorías neoclásicas y keynesianas [concepciones burguesas], hay necesidad de trazar una delimitación precisa de estas categorías para definir sus equivalentes dentro del sistema de Marx”  (Shaikh, 1991: 17), los marxistas podemos utilizar esta información para mostrar el cumplimiento de las hipótesis señaladas por Marx en su robusta y muy vigente obra económica y, por consiguiente demostrar, a diferencia de lo que sostienen los perros guardianes de la burguesía, que el modo de producción burgués está condenado al fracaso; cabe mencionar, que existen defectos en las mediciones oficiales que recuperamos, por lo que los intentos que realizamos sólo son aproximaciones que permiten dar una ligera idea de lo enfermo y podrido que se encuentra el sistema, aunque la descomposición social en la que vivimos en la actualidad, y que tenemos que pagar con nuestra dignidad y sufrimiento, no precisa de mediciones exactas para verificar lo que aquí exponemos.

En este sentido, el producto interno bruto (PIB) es una medición que indica el valor monetario de los bienes y servicios de carácter final que se producen dentro de las fronteras nacionales, es decir, mide la riqueza nacional generada en un determinado lapso. 

Como nos explica el marxista británico Michael Roberts, es posible realizar una interpretación marxista sobre este indicador (https://thenextrecession.wordpress.com/2020/01/27/the-value-in-gdp/), existen trabajos teóricos en donde los datos del producto han podido ser transformados a categorías marxistas; aunque no se descartan las complicaciones que pueden generar el uso de las estadísticas gubernamentales; si quisiéramos tener una medida precisa del trabajo total no remunerado (masa de plusvalía), tendríamos que realizar algunas transformaciones sobre el PIB, descontando la depreciación del capital constante fijo y circulante, obteniendo así el producto interno neto (PIN), y para obtener la masa de plusvalía tendríamos que descontar a este último las remuneraciones de asalariados productivos (RAP), ya que representan el gasto que se realiza en la adquisición de capital variable; es necesario apuntar que no todas las actividades que se contabilizan dentro de las cuentas nacionales son generadoras de plusvalor (entra aquí el debate sobre trabajo productivo y trabajo improductivo); no obstante, tales cálculos sobrepasan el objetivo y los esfuerzos de este escrito. Lo fundamental es comprender que el PIB es una aproximación que refleja la creación del excedente social, y si esta variable tiende a caer es porque se están presentando problemas dentro del proceso de creación de valor, por eso es por lo que, para las instituciones de la burguesía es tan preocupante que este indicador se muestre a la baja. 

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Este mapa nos muestra las variaciones porcentuales del PIB por país, vemos que para las economías más importantes como EE. UU se registra una variación del 2,91%, China con 6,90%, India con 8,00%, Japón con 1,22%, mientras que Rusia registra una desaceleración del -2,31%, por otro lado, para los países pertenecientes a la Unión Europea (UE) se presenta que Alemania registró una aceleración del 1,74%, Francia con 1,11%, Italia 0,92%, Portugal con 3,65%, España con 1,79% y Polonia con 3,84%, por último, la región de América Latina (AL) presentó una variación casi homogénea, por excepción de Brasil, que tuvo una desaceleración del -3,55%, mientras que países como México, Argentina, Colombia, Chile y Ecuador experimentaron variaciones del 3,29%, 2,73%, 2,96%, 2,31% y 0,10% respectivamente. En general, el entorno económico para el 2015 presentaba niveles estables de crecimiento.

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El segundo mapa muestra el panorama económico de 2019, en él podemos verificar la tendencia de la desaceleración que se ha plasmado en algunas economías, pero principalmente en las más importantes, por ejemplo, en EE.UU se anota una variación del 2,35%, en China el ritmo de aceleración fue de 6,14%, India con 6,12%, Japón con 0,89%, mientras que en Rusia hay una sutil recuperación del 1,08%, para el segundo bloque de países vemos que, Alemania presenció un ritmo menor con 0,54%, Francia con 1,25%, Italia con 0,01%, Portugal con 1,91%, España con 2,17% y Polonia con 4,03%; en el último bloque que corresponde a AL, apreciamos una tendencia algo heterogénea, pues Brasil presenta una ligera aceleración del 0.88%, lo mismo sucede con Colombia y Chile, quienes alcanzan respectivamente, una tasa del 3,36% y del 2,52%, mientras que en México la tendencia es a la desaceleración ya que se registran ritmo de cambio del 0,40%, lo mismo acontece en Argentina con un ritmo del -3,06% y en Ecuador con -0,48%.

Hemos intentado ilustrar que la economía global está pasando por una fase desaceleración, pero más que asociarla a factores exógenos como nos presentan los informes de los organismos internacionales que hemos citado en este escrito, nosotros asumimos que tal dirección obedece a una caída de la inversión motivada por la caída en la rentabilidad; el PIB ha decrecido debido a que los capitalistas han decido destinar una menor parte de las ganancias al sector productivo, ocasionando que la economía se contraiga, anunciado los albores de la cercana crisis económica.

Comportamiento de la inversión mundial

A diferencia del apartado anterior, en este sólo intentaremos ilustrar las variaciones que ha seguido la inversión en los países con mayor participación económica, como lo es el caso de EE.UU, China y algunos países asiáticos, algunos países de la UE y también de AL.

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En la teoría económica convencional, la inversión (formación bruta de capital fijo) se define como la erogación que realizan las empresas para la adquisición de stock de capital, es decir, mide el capital desembolsado en la compra de activos como son maquinaria, herramientas y materias primas, así como para reponer su depreciación, que conjuntamente permiten llevar a cabo el proceso productivo; en Marx encontramos que la inversión es denominada acumulación de capital, la diferencia estriba en que, mientras en la primera vertiente se limita a considerar los gastos realizados en los productos físicos, la segunda tiene una dimensión más amplia, debido a que además se consideran los gastos realizados en la contratación del capital variable (Tapia, 2017), esta distinción implica reconocer la capacidad del trabajo asalariado para crear valor adicional y transferir el valor del capital constante, pues “los medios de producción sólo transfieren un valor a la nueva forma de producto en la medida en que, durante el proceso de trabajo, pierden valor bajo la forma de su antiguo valor de uso. El máximo de pérdida de valor que en el proceso de trabajo pueden experimentar está limitado, evidentemente, por la magnitud primitiva de valor con que entran en el proceso de trabajo (…). Por tanto, los medios de producción no pueden jamás añadir al producto más valor que el que ellos mismos poseen” (Marx, 1976: 155), por otro lado, en la vertiente ortodoxa observamos que la inversión sólo constituye la demanda de capital (Dornbusch, 2007: 391), con esto entendemos que, implícitamente, se le concibe como generador de valor, lo que a su vez conlleva validar su teoría de la “distribución”, en donde a cada “factor de la producción” (capital y trabajo) se le remunera de acuerdo a su esfuerzo o “productividad marginal” (SIC), en otras palabras, los trabajadores y el capital ganan lo que merecen . Como podemos comprobar, por más ajena que quiera mostrarse la teoría ante los procesos sociales siempre tendrá, intrínsecamente, intereses de clase. 

Una vez matizadas las diferencias, podemos regresar al análisis empírico. El primer gráfico nos muestra la razón de cambio de la inversión estadounidense considerada como parte del PIB, podemos ver que previo al año de 2008 la inversión ya comenzaba a ascender a tasas negativas, en ese año tuvo una variación de -4,02% para alcanzar una tasa del -15,69% en 2009, después de ese año la inversión comienza a acelerarse, ascendiendo a su tasa más alta en los últimos diez años, que fue del 5,26%, en adelante el promedio de crecimiento entre el período 2011 – 2020 se mantendría cercano al 1,34%, sólo en 2012 se supera la variación con un 4,80%, ritmo que a la fecha no se ha podido recuperar, ya que para 2019 se registró una velocidad instantánea de la inversión cercana a cero (0.63%), lo cual muestra que en EE.UU se ha presentado una aversión constante a invertir, pero ¿qué lo ha ocasionado?

El siguiente esquema refleja los ritmos de crecimiento de la inversión para China, India, Hong Kong y Japón. Después de la crisis de 2008, en la que sólo el primer país tuvo una tasa positiva (4,77%), apreciamos que es entre 2009 y 2011 donde los países alcanzan sus máximos ritmos de crecimiento en los últimos diez años, China alcanza el máximo en el primero, con una tasa del 7,23%, en adelante hasta 2019 el promedio de crecimiento fue cercano al -0,62%, en 2010 Hong Kong asciende a su ritmo más alto, que fue del 9,35%, para que en adelante el promedio de crecimiento se mantenga a una tasa negativa del -1,25%, el tercer caso es para India, que llega al 8,45% en 2011 y en los años restante hasta 2019 mantiene un promedio negativo del -1,39%, por último, Japón tuvo su máxima aceleración en 2011, con una velocidad instantánea del 3,77%, aunque no presenta el mismo ritmo que en los otros países, es el único en donde el promedio de los últimos diez años no fue negativo, pues presentó una variación de 1,45%. En general, este gráfico pretende mostrar que las economías asiáticas también han experimentado un debilitamiento en la inversión.

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El tercer esquema nos muestra la misma situación para el caso de Alemania, Francia e Italia, posterior a la crisis de 2008 las tres economías alcanzan un gran aceleración en la inversión, particularmente ello se expresa entre los años 2010 y 2011, sin embargo, es posterior a estos años, en 2012, que en las tres economías hay una desaceleración abrupta, pasando de los ritmos de 8,13%, 5,80% y 5,90% en los años referidos a tasas de -8,86%, -2,55% y -12,70%, respectivamente; desde ese momento las economías no vuelven a alcanzar el dinamismo que se presentó entre 2010 y 2011, los promedios de crecimiento para los tres países durante los siguientes diez años fueron de 1,73%, 0,92% y -0,86% en el mismo orden, otro hecho a destacar es que entre 2016 y 2018 se mira un mayor aceleración en los tres países, sin embargo, es a partir de 2019 que tal ritmo cambia, pues las tres economías comienzan a desacelerarse, presentando tasas negativas para los casos de Francia e Italia (-0,60% y -2,16%), y aunque positiva, se presenta una tasa cercana a cero para Alemania con un ritmo de cambio del 0,03%. El comportamiento señalado sobre la inversión en los últimos años vuelve a manifestar en esta parte del mundo.

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Por último, la región de AL ha mostrado un comportamiento desigual en lo que respecta a la inversión. Luego a la crisis mundial de 2008, Brasil registró una de sus más altas tasas en 2010, alcanzando un ritmo del 16,41%, en 2015 se presenta una fuerte desaceleración del -15,16%, ritmo que se va recuperando en los siguientes años, pero es a partir de 2018 que pasa del 2,66% al 2,09% en 2019, en segundo término tenemos a Argentina, en este país la máxima tasa de crecimiento que se experimenta en los últimos diez años se da en el año de 2018, ya que el ritmo de cambio asciende al 11,77% y para el siguiente se presenta una desaceleración de -11,61%; en último lugar tenemos a México, quien después de 2008 presenta su ritmo más elevado en 2015, que asciende a 6,27%, en adelante las variaciones que presentará serán menores, sin pasar del 2,5%, ya para 2019 hay un debilitamiento en la inversión, que varía a tasas negativas con -5,88%. Reiteramos que los datos que presentamos sobre la inversión están considerados como su nivel de participación en el PIB; hemos mostrado que el descenso de la inversión es un fenómeno mundial.

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¿Cómo han actuado los economistas burgueses ante este escenario?

Las tres últimas décadas de la centuria pasada se caracterizaron por las sucesivas transformaciones que se plasmaron en el ámbito social, político y económico a nivel global, todas estas reflejaron el agotamiento del patrón de acumulación vigente en el período de posguerra, que la historiografía económica denominó como Edad dorada del capitalismo (1945 – 1970); estas transformaciones también influyeron en el ámbito de las ideas, ya que después de casi treinta años de dominio intelectual, las ideas keynesianas (“keynesianos bastardos” en palabras de la economista Joan Robinson) comenzaron a ser cuestionadas por un rival formalmente novedoso, teóricamente y conceptualmente anticuado y políticamente reaccionario y conservador, como tiene que ser todo perro faldero leal a los intereses de la clase dominante. Esta vertiente, denominada macroeconomía nuevo-clásica o de expectativas racionales, tuvo como objetivo atacar a la macroeconomía keynesiana, así como sentar las bases para la liberalización de los mercados en la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. El eje de la discusión se centró en el papel que podía tener la “política económica”, la postura de estos economistas fue que la mejor medida a implementar era la autorregulación de los mercados, pues cualquier forma de intervención por parte del Estado pervertiría los precios, cambiando las expectativas de los agentes y llevándolos a ajustar instantáneamente sus decisiones económicas, mostraban pues, que la política económica era temporal y transitoria (neutral), y que lo mejor que podía hacerse era que el mercado actuara por cuenta propia, pues su naturaleza omnipotente y omnipresente que le adjudicaban estos economistas hacía que nadie pudiera anticiparlo. Ante ello, en los años noventa surgió una corriente “moderada”, que adoptó algunas premisas conceptuales del monetarismo y de los nuevos clásicos, aceptando una dosis mínima de participación estatal, sin que rivalizara con los mercados; esta doctrina fue etiquetada como “neokeynesianismo”, y es la visión que justifica la política económica contemporánea (Astarita, 2012: 199).

Como puede verse, se ha hecho hincapié en la clasificación de estas visiones  con respecto al papel que toma la política económica, la razón de ello es porque que estos economistas están completamente convencidos de que las medidas que adopten los Estados nacionales serán determinantes en la trayectoria del sistema pues, según ellos, es posible estimular o desestimular el ciclo económico a través de estos instrumentos, concretamente, conciben dos mecanismos a través de los que se puede regular el ciclo (y por ende la crisis): la política fiscal y la política monetaria, la primera está relacionada con las actividades de gasto realizadas por el gobierno (uso de los impuestos para llevar a cabo proyectos de inversión pública, la creación de programas sociales, etc.) y la segunda se enfoca en el papel que tiene el banco central para aumentar o reducir las tasas de interés (en los modelos keynesianos de la edad dorada, se asumía que los BC podían manipular directamente la masa total de dinero en circulación, pero el esquema cambió a partir de las discusiones teóricas a las que hemos hecho alusión), ya que esto motiva a que los “agentes económicos” lleven a cabo actividades de consumo e inversión, acelerando o desacelerando el ritmo de crecimiento económico según sea el caso.

Esta creencia también estaba presente en los keynesianos de la edad de oro, sin embargo, la ingenuidad de estos economistas, así como la de sus herederos teóricos contemporáneos es tal, que siguen sin comprender que el sistema capitalista no se rige bajo la voluntad de sus “instrumentos”, es cierto que influyen en algún grado en algunas variables del sistema, pero no son totalmente determinantes en ellas, ya que las leyes del capital no se rigen bajo la voluntad de políticas, sino que se rigen bajo la lógica del lucro y la ganancia; al respecto, para el caso de los primeros keynesianos encontramos que

“en los años cincuenta y sesenta, la mayoría de los economistas concedían mayor parte del mérito, por el auge de posguerra, al Estado y sus políticas keynesianas. (…) No obstante, la premisa fundamental de este tipo de prácticas está basada en un mito. El Estado y sus políticas keynesianas no fueron la causa principal del auge mundial de posguerra (…). Por el contrario, tanto el auge como el desplome han estado regulados por los movimientos de la rentabilidad, y el comportamiento básico de estos movimientos es parte integrante del sistema. Cuando la rentabilidad era aún elevada y la cantidad total de ganancias crecía con rapidez, como en los años cincuenta y sesenta, el Estado empujaba entonces esa ola hacia arriba, básicamente, suavizando fluctuaciones y reduciendo las tensiones sociales derivadas de la pobreza y de una tasa de desempleo relativamente baja” (Shaikh, 1983: 31).

En otros términos, la política económica no es determinante en la trayectoria que sigue el sistema de mercado y, por ende, no depende de ella el que pueda evitarse la próxima crisis económica, a pesar de esto, los economistas de la burguesía son reacios a comprender que la inestabilidad del sistema es un elemento “natural”, que seguirá presentándose mientras el capitalismo siga existiendo, porque el capitalismo es sinónimo de crisis. La terquedad de estos queda plasmada en las recientes decisiones de política monetaria que han llevado a cabo: la reducción de las tasas de interés como medio para impulsar la actividad conjunta de la economía, pero ello será inútil. Las decisiones del BC se sustentan en modelos teóricos desarrollados por estos economistas; originalmente es a John Taylor, economista de la Universidad de Stanford, a quien se le atribuye la comprensión modelística de la forma en que actúan los BC en la actualidad, desarrolló un instrumento conocido como regla de Taylor en la que, a grandes rasgos, se asume una ecuación que relaciona la tasa de interés nominal con la brecha de producto (porcentaje) y la tasa de inflación (implícitamente está interrelacionada con otras tres ecuaciones, una de precios, una de producto y una de tasa de interés real), lo que dice el modelo es que es posible manejar la tasa de interés nominal para controlar la inflación y el producto, así pues, los BC siguen una política de objetivos de inflación (inflation targeting), en la que, como nos explica un economista de derecha de la Universidad de Harvard:

“Hay dos directrices claras. En primer lugar, cuando se aviva la inflación, el tipo de los fondos federales [tasa de interés] debe subir. Una subida del tipo de interés significa una reducción de la oferta monetaria y, a la larga, una reducción de la inversión, una disminución de la producción, un aumento del paro y una reducción de la inflación. En segundo lugar, cuando la actividad económica real se desacelera –lo que se refleja en el PIB real o en el paro– el tipo de los fondos federales [tasa de interés] debe bajar. Una reducción del tipo de interés significa un aumento de la oferta monetaria y, a la larga, un aumento de la inversión, un incremento de la producción y una reducción del paro” (Mankiw, 2014: 599).

La cita anterior recupera la esencia de lo que está sucediendo hoy en día, explica la razón por la que los BC han estado bajando la tasa de interés desde mediados del año pasado, permite comprender la preocupación de los economistas de la burguesía por el estado de estancamiento y de posible recesión o crisis económica. Una vez explicado el motivo de las bajas en el tipo de interés, el siguiente gráfico muestra su comportamiento desde el año de 2005 hasta el primer mes de 2020. Vemos que en el período correspondiente a las crisis de 2008, hay una tendencia de los BC seleccionados a bajar las tasas de interés, pues la caída del producto ameritaba que esta decisión fuera tomada para estimular el crecimiento y disminuir el desempleo, ese comportamiento se aprecia para países como Brasil, EE.UU, Hong Kong y México, mientras que en China y la Zona Euro hay una tendencia a subirlas, en los años que van de 2010 a 2015, en países como Hong Kong, EE.UU, Zona Euro y México hay un comportamiento relativamente estable, ya que no hay aumentos o disminuciones tan pronunciadas como sí se observa entre los años 2005 a 2010, esto ocurre con excepción de Brasil, en donde sí vemos cambios más pronunciados en el tipo de interés. En el lapso de 2015 hasta poco antes de 2019, hay una ligera fase ascendente en los tipos de interés, esto ocurre sobre todo en EE.UU, Hong Kong y México, China ha mantenido una tasa constante desde entonces, pero se muestra baja con respecto a la prevaleciente hasta antes de 2015, en la Zona Euro se muestra un rasgo similar, mientras que es en Brasil donde se han producido variaciones más bruscas, el objetivo es claro, en los tres primeros países se manifestaba la preocupación por hacer frente a la inflación, mientras que en el segundo grupo el objetivo ha sido el de crecer; es una vez iniciado 2019 a la fecha cuando los tipos de interés comienzan a descender, esto ocurre en Hong Kong, EE.UU, México y Brasil, mientras que en la Zona Euro y China la tasa se ha mantenido constante, pero baja. El escenario es claro, los BC intentan impulsar las economías ante la incertidumbre de la crisis venida.

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Rentabilidad y crisis

En octubre del año pasado, así como en publicaciones previas y posteriores, Michael Roberts publicaba una nota en donde hace un seguimiento sucinto, detallado y preciso sobre estas políticas, cuestionando ¿por qué si se afirma que la política monetaria de tasas de interés permite estimular las economías, los economistas han decidido activar otros instrumentos como la política fiscal y la política monetaria no convencional (quantitative easing, QE) para hacer frente al estado actual de la economía?, ¿no se supone que al inyectar más dinero a la economía los empresarios decidirán llevar a cabo proyectos de inversión y que los hogares decidirán gastar más, estimulando el crecimiento? (https://thenextrecession.wordpress.com/2019/08/19/recessions-monetary-easing-and-fiscal-stimulus/). El argumento de Roberts es que esta política que hemos descrito se ha implementado en los últimos diez años, y que al parecer no se ha logrado el objetivo deseado, en otras palabras, los elaborados modelos de estos economistas no tienen la capacidad que afirman poseer, ya que la inversión se ha mantenido baja, tal como lo hemos mostrado en el gráfico correspondiente a ese rubro, y el PIB no ha crecido desde entonces (este otro texto también ilustra esas críticas: https://thenextrecession.wordpress.com/2020/01/07/assa-2020-part-two-stagnation-and-stimulus/). Es que a pesar de esas medidas las empresas no han decidido invertir, lo que ha sucedido, y coincidiendo con el balance de la economía mundial realizado por Rolando Astarita (https://rolandoastarita.blog/2019/09/06/economia-global-2019-actualizacion-2/), es que el exceso de liquidez creado por los BC ha llevado a que los empresarios no inviertan en el sector productivo (generador de plusvalía), sino que ese excedente se ha volcado a los mercados financieros, y ello sucedió porque en ellos se garantiza una obtención de “ganancias” más certera, sin tener que pasar por el proceso de valorización (este fenómeno es denominado por Marx como plétora de capital), estos sucesos “constituyen una demostración de los límites de la producción capitalista” (Astarita, 2019), pero se han desarrollado debido al ambiente de incertidumbre que impera, derivado de la caída en las ganancias, ya que estos activos muestran una mayor obtención de “rendimiento” que si se invierte en el sector productivo.

Todo este desarrollo para mostrar como hemos insistido, en que la dinámica del capital se rige por la rentabilidad y no por otro elemento: “el crecimiento económico en una economía capitalista no está impulsado por el consumo sino por la inversión empresarial. Ese es el factor decisivo que causa auges y depresiones en las economías capitalistas. Y la inversión empresarial está impulsada principalmente por una cosa: ganancias o rentabilidad: no tasas de interés, ni confianza ni demanda del consumidor. Es esta explicación simple, obvia y confirmada empíricamente de auges y recesiones regulares y recurrentes la que ha sido ignorada o negada por la economía dominante (incluida la keynesiana)” (Roberts, 2019), la cita recuperada muestra el nexo que sigue el circuito de la dinámica del capital: el crecimiento económico está determinado por la inversión capitalista, y esta, a su vez, está determinada por las ganancias (también se puede leer https://thenextrecession.wordpress.com/2018/03/07/unam-1-the-profit-investment-nexus/); como explicamos en la primera parte de la nota, la ganancia está determinada por la masa de plusvalía y el capital total desembolsado, y comentamos cuál es la lógica de su evolución y la esencia contradictoria que sigue en el proceso.

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El último gráfico que se presenta muestra la evolución de las ganancias corporativas globales, observamos que la tendencia que siguen es a la baja; Roberts comenta que ni la rentabilidad ni la masa de ganancias muestran una recuperación, sus estimaciones confirman un estado de estancamiento, “las ganancias corporativas japonesas disminuyeron un 5% interanual, los EE.UU un 3% y Alemania un 9%” (https://thenextrecession.wordpress.com/2019/12/30/forecast-2020/), para el caso de EE.UU, explica que ya desde 2014 las ganancias han estado cayendo, y que para 2018 se encontraban entre 5% y 7% por debajo de los niveles del primer año. 

Son las condiciones comentadas las que permiten afirmar que el sistema económico se encuentra en un estado endeble, pero el colapso final del capital no sólo dependerá del desarrollo de sus condiciones objetivas, ya que existen contratendencias que prolongan la vida del sistema, ante ello es imprescindible que nuestra clase, la única capaz de crear la riqueza social, desarrolle las condiciones subjetivas para transformar, desde la raíz, el estado actual de las cosas. La experiencia histórica nos muestra que los períodos de crisis han podido resarcirse a través de la destrucción provocada por las guerras, así como a través de una creciente explotación sobre los trabajadores y trabajadoras; el panorama está definido, o nos condenamos a los prontos embates tanto físicos como morales a los que nos someterán nuestros enemigos de clase o nos fraternizamos bajo un solo objetivo histórico que permita la construcción de la sociedad comunista mundial.

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