Genoveva A.
Sector Trabajadores-GAR
El pasado 1 de marzo se cumplieron 13 años de la Masacre de Sucumbíos, tiempo durante el cual la impunidad de los criminales se ha impuesto a la exigencia social de justicia para las víctimas; pero esto comienza a cambiar, el caso ha sido admitido ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, (CIDH) y pese a las complejidades y limitaciones del sistema interamericano, se inicia así una nueva etapa en busqueda de verdad, justicia y castigo a los responsables.
UN CASO POR DEMÁS COMPLEJO: ENTRE LA POLÍTICA Y LA JUSTICIA
Desde que ocurrieron los hechos el 1 de marzo de 2008 cuando el estado colombiano, apoyado con armamento y logística de E.U.A ejecutó un ataque a un campamento diplomático de la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, (FARC-EP), que se ubicaba en la región de Sucumbíos, territorio ecuatoriano; los escenarios para conocer la verdad y lograr la justicia para las víctimas eran prácticamente nulos.
Pese a la dimensión del hecho, que implicó un conflicto geopolítico de magnitudes poco vistas en la historia reciente de América Latina, ya que el estado ecuatoriano, en aquel entonces al frente del gobierno de tintes progresistas de Rafael Correa, rompió relaciones diplomáticas y movilizó a su Ejército a la zona fronteriza con Colombia, acción que fue replicada por el estado venezolano al frente en aquel momento del gobierno de Hugo Chávez.
La tensión que se vivió por varios días impregnaba el ambiente de una posible guerra entre los tres países, pero lo que tomaba mayor peso era la posibilidad de una intervención militar norteamericana y colombiana contra los gobiernos de Ecuador, Venezuela y en general contra los gobiernos de corte progresista que existían en aquella época, para de este modo afianzar la intervención norteamericana en la región.
Al mismo tiempo Estados Unidos fortalecía su estrategia contrainsurgente emanada, de forma más reciente, del Plan Colombia, buscando aniquilar a todos los grupos insurgentes que existían en Colombia y que llevaban varias décadas levantados en armas, y que en algunos casos mantenían un discurso abiertamente antiimperialista.
Colombia ha sido desde hace varias décadas un país estratégico para la geopolítica norteamericana en Latinoamérica, de ahí que los innumerables gobiernos que ha tenido este país sudamericano se han subordinado a la directriz de Washington sin mayor reparo, peor aún, Colombia bajo los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y respectivos sucesores han jugado un papel de alfil de la política intervencionista norteamericana en la región.
LA IMPUNIDAD EL REFUGIO DE LAS INJUSTICIAS
La magnitud del bombardeo en Sucumbíos también implicó a México, nación a la cual pertenecían cuatro de las víctimas asesinadas y una más sobreviviente de los hechos. En el bombardeo a Sucumbíos fueron asesinadas 25 personas; entre ellas cuatro estudiantes universitarios de la UNAM e IPN: Verónica Velázquez Ramírez, Fernando Franco Delgado, Juan González del Castillo y Soren Avilés Ángeles, asimismo, quedó con heridas graves la estudiante Lucía Morett Álvarez.
Desde que se tuvo conocimiento del ataque y de la totalidad de las víctimas tanto mortales como heridas, información que por cierto se dio a conocer por la prensa y no por instancias oficiales, la derecha latinoamericana encabezada en aquel entonces por Álvaro Uribe Vélez y, como hemos visto, respaldada por Estados Unidos, organizó una campaña de criminalización de las víctimas civiles y de personas y organizaciones políticas de corte bolivariano, acusándolas de terrorismo, de ser parte de la guerrilla o de realizar acciones para el financiamiento de ésta.
La magnitud de la campaña de criminalización fue tal, que el caso Sucumbíos apuntaba para ser uno más en la lamentable historia de impunidad de América Latina, pero ni Uribe Vélez, ni la derecha latinoamericana contaban con que los Padres y Familiares de las víctimas civiles iniciarían una digna lucha por detener las campañas de criminalización contra ellos, pero también, en la búsqueda de la verdad, la justicia y el castigo a los responsables.
Han pasado 13 años de aquellos hechos, ha sido un largo camino para los Padres y Familiares que junto a múltiples organizaciones políticas, sociales y de derechos humanos han emprendido la búsqueda de justicia. Desde aquel 2008 nosotros como Grupo de Acción Revolucionaria nos sumamos a las denuncias contra el artero crimen en contra de nuestros compañeros universitarios y mostramos nuestro apoyo y solidaridad con los Padres y Familiares.
Han sido múltiples las puertas que se han tocado en instancias de gobiernos, de organismos de derechos humanos, de instituciones jurídicas en México, Ecuador y Colombia. La voluntad de los gobiernos ha sido nula en casos específicos como el de México que optó por dejar pasar el tiempo y atarse de manos frente a lo que ellos argumentan una imposibilidad de emitir órdenes de aprehensión contra los principales responsables intelectuales de la masacre.
Las omisiones del estado mexicano, que al día de hoy han tocado a los gobiernos de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, han sido múltiples, sobre todo al no cumplir con su mandato constitucional de proteger a las víctimas mexicanas que sufrieron delitos en el extranjero, por el contrario, en aquel 2008 bajo el gobierno de Calderón su actuar y proceder frente al caso rayó en la complicidad, incluso recibió en innumerables ocasiones a los principales responsables de la masacre, es decir, al expresidente Álvaro Uribe Vélez y al entonces ministro de la defensa Juan Manuel Santos Calderón.
Por supuesto, sabemos que estas visitas eran para afianzar la política intervencionista mandatada desde Washington y que Colombia ejecuta al pie de la letra, para brindar “asesorías” en materia de seguridad, criminal estrategia que implementaba Calderón en su fallida guerra contra el narcotráfico.
En el caso ecuatoriano los hechos no han variado mucho, ya que el poder judicial dio un paso importante al emitir las órdenes de aprehensión contra algunos de los principales mandos militares y policiacos que participaron en la masacre, aunque éstas no incluían a Álvaro Uribe Vélez, al final no existió la voluntad política y jurídica para exigir a Colombia o a instancias internacionales se cumplieran esas órdenes de captura.
Por último en el caso colombiano, la posibilidad de acceso a la verdad y justicia ha sido completamente nula, la postura del Estado colombiano frente a los hechos, ha sido la misma desde aquel 2008, en todo momento han buscado justificar lo injustificable, han creado un discurso donde buscan legitimar su actuar bajo supuesta lucha contra el terrorismo e incluso, niegan haber asesinado a víctimas civiles en el bombardeo.
Estos elementos han sido parte de la complejidad del caso Sucumbíos, razón por la cual el logro que se tiene hoy a 13 años de distancia del bombardeo y a casi 7 años después de que se interpuso la petición de admisión del caso ante la CIDH, es sin duda alguna un gran triunfo para los Padres y Familiares de las Víctimas de Sucumbíos que obtienen una respuesta favorable al ser admitido el caso ante esa instancia Interamericana.
Aún existen muchos elementos que deben ser investigados a nivel internacional, como la participación y responsabilidad de Estados Unidos en el bombardeo a Sucumbíos, así como la posible participación de estructuras como la Mossad Israelí al ser uno de los principales asesores y capacitadores del ejército colombiano. Del mismo modo, existen fuertes sospechas de que el gobierno de Felipe Calderón tuvo conocimiento previo del bombardeo y no hizo nada para evitar el asesinato de los cuatro jóvenes mexicanos, así como de toda la tragedia que ha vivido Lucía Morett desde aquel 2008, ya que continúa siendo perseguida y criminalizada por Colombia y la derecha latinoamericana.
Aún faltan caminos por recorrer, aún faltan muchos elementos por conocer la verdad, aún existen instancias internacionales a las cuales se puede acceder por la verdad, la justicia y el castigo a los responsables, pero por ahora el caso Sucumbíos y la lucha de los Padres y Familiares, junto con todas aquellas organizaciones que hemos acompañado esta digna lucha, tenemos un triunfo importante al lograr que el caso sea admitido, es un gran paso en la lucha contra la impunidad y la dignidad de las víctimas y de los pueblos latinoamericanos.
¡JUSTICIA PARA LAS VÍCTIMAS DE SUCUMBÍOS!