El proletario francés es incapaz de organizar una huelga general tras medio año de movilización. La reforma a las jubilaciones que impuso Macrón y las muestras de violencia policial desataron una oleada de huelgas y protestas contra una afectación a la clase trabajadora. Dicha reforma tiene como telón de fondo el recorte en gasto público para aumentar el presupuesto militar ante la inestabilidad que produjo la guerra en Ucrania.
Esta reforma a las jubilaciones se presentó el 17 de enero del 2023. Con ella se pretende aumentar la edad de jubilación tres meses cada año. De esta forma, la edad mínima para jubilarse pasaría de los 62 años que se requieren actualmente a los 64 años para el 2030. Además, para jubilarse se necesita haber trabajado cierto número de años. Actualmente se requieren 40.5 años de carrera para obtener la jubilación. Con la reforma propuesta, se necesitan 43 años de carrera para acceder a este derecho. Cuando un trabajador ha acumulado la totalidad de años necesarios para la jubilación, se hace acreedor de una jubilación plena. El término de jubilación plena hace referencia a la pensión donde al pensionado se le otorga la cantidad íntegra del dinero correspondiente. Sin embargo, las personas que no lleguen a los 64 años con todos los trimestres laborales requeridos, deberán trabajar más años para poder acceder a la jubilación plena. Por lo tanto, la reforma resulta en un aumento de la precarización para la población adulta mayor, además de ser un impedimento para alcanzar una vejez digna.
La reforma provocó una serie de movilizaciones que se han extendido a lo largo del 2023. La primera movilización tuvo lugar el 19 de enero, dos días después de que el congreso propusiera la reforma. A partir de esa fecha, los frentes de izquierda han planteado diferentes fechas para el comienzo de huelgas indefinidas, así como huelgas generales. A esta iniciativa se han sumado diferentes sectores, como el de los trabajadores de refinería, pero no se ha podido concretar una huelga nacional. Por su parte, la actitud de los sindicatos ha consistido en crear huelgas de presión conformadas por pequeños grupos. De igual manera, los sindicatos se han limitado a controlar el enojo de los manifestantes y evitar que el movimiento se desborde.
Una nueva oleada de movilizaciones y rebeliones ocurrieron el pasado 27 de junio, cuando la policía francesa ejecutó al joven de 17 años Nahel M., habitante de Nanterre a las afueras de París. El asesino alegó que actuó en defensa propia, pues según su declaración, Nahel atentó contra su vida. Este caso, como muchos otros, hubiera pasado por alto si no fuera por una grabación del crimen donde se muestra que el oficial disparó al joven francés a sangre fría por negarse a seguir las indicaciones de un procedimiento de rutina. Nuevamente se expresa el carácter represivo y racista de la policía en el estado burgués de Francia. Las masas francesas se lanzaron a las calles en protestas y enfrentamientos con los policías, lo cual resultó en el encarcelamiento de múltiples personas. Además, el gobierno francés ha prohibido las manifestaciones y ha celebrado el actuar de las fuerzas del orden en sus esfuerzos por apaciguar las movilizaciones. Aunado a dicha represión, dos sindicatos de policías (Alliance y UNSA Police) avivaron las llamas de la indignación al lanzar un comunicado deshumanizante y criminalizante donde llaman “hordas salvajes” a los manifestantes y se declaran abiertamente en guerra con el proletariado; adicionalmente, la policía exige al estado mayor protección judicial para la institución.
Por su parte, los sindicatos y las organizaciones de izquierda se han visto incapaces de actuar de manera apropiada ante tal coyuntura. La Confederación General del Trabajo, en lugar de ofrecer su apoyó a los manifestantes y acercarse a ellos para colaborar, se expresó en contra de la violencia de los protestantes y llamó a la reforma del aparato policial. Por otro lado, la izquierda pierde la oportunidad para organizar a los manifestantes y dar un cauce coherente y centralizado a las movilizaciones. Desde la izquierda socialista se hace la crítica hacia sí misma, así como a los sindicatos, de que deberían aprovechar la experiencia de los jóvenes en años recientes sobre la brutalidad policial para radicalizar al proletariado en la tarea de la abolición de la policía republicana, en lugar de continuar con un discurso reformista. A sí mismo, se debe luchar por la expulsión de los sindicatos de policías de las confederaciones sindicales, pues la institución ha demostrado constantemente que actúa en pos de los intereses de la burguesía. En ese sentido, se deben superar las simples declaraciones de motivos y pasar a la acción directa, en especial a través de estrategias como la huelga, que es una propuesta que se ha exigido desde las movilizaciones por las jubilaciones en Francia.
Incluso ahora, a finales del mes de julio, no se ha producido la huelga general, pues no ha existido una organización eficaz con las bases de los movimientos obreros. Nuevamente se reafirma una vieja tesis: el partido es el vehículo que le permite al proletariado dar saltos cuantitativos en momentos de rebeliones generales, su ausencia es la crisis de la dirección de la clase trabajadora.
Diego Hernández Galván