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La raíz del racismo en EUA: La historia de la estructura racial del imperio yanqui

Jacobo Hernández

En Estados Unidos los últimos meses han estado repletos de protestas en contra de la violencia racial, violencia que ha afectado históricamente a la población afroamericana. Estas protestas empezaron con motivo del asesinato a manos de policías de George Floyd, el pasado 25 de mayo, manifestaciones que han sacudido el corazón del imperio estadounidense como nunca antes y en las que se ha visto actuar a los cuerpos represores de aquel país con extrema violencia en contra de su propia población, violencia que anteriormente estaba reservada únicamente para las poblaciones extranjeras en cuyos países Estados Unidos intervenía. Cuando parecía que las protestas iban a empezar a ceder, un nuevo incidente, el 23 de agosto, en donde el afroamericano Jacob Blake resultó paralizado ante los disparos injustificados de la policía, ha reavivado la flama. En el marco de las movilizaciones realizadas por toda América Latina en solidaridad con la población latina y afroamericana de Estados Unidos, esta última encabezando el movimiento Black Lives Matter, es necesario conocer el contexto que deriva de estas manifestaciones de hartazgo contra el régimen policial, régimen cuyas raíces se encuentran en la colonización del continente americano.


Desde que colonos europeos se asentaron en América del Norte a principios del siglo XVII, desplazando y masacrando consigo a la población nativa, la escasez de mano de obra barata ha sido un problema constante que se ha visto reflejado en la necesidad de fomentar la inmigración, ya sea de forma forzada o voluntaria, de pobladores de otros territorios.

Conforme se iría desarrollando económicamente el imperio de los Estados Unidos, la migración de trabajadores a la metrópolis sería complementada por la expansión de las empresas estadounidenses en los países de origen de estos trabajadores, en la forma de trasnacionales. Pero cuando el país aún era un conjunto de colonias británicas, se establecería un sistema con el que se condenaría a las etnias de un continente en particular a la sumisión perpetua, a las etnias de África. Ante la falta de mano de obra para el trabajo en los grandes campos de cultivos, en las minas y en otras industrias, un mercado mundial de esclavos surgió para resarcir esta escasez, cuyo origen serían los puertos del África occidental, y cuyo destino serían las recién conquistadas tierras de América. Una vez traídos en masa hacia el continente americano, en barcos en los cuales viajaban encadenados, confinados en espacios minúsculos, expuestos a todo tipo de infecciones y enfermedades, en trayectos con un alto índice de mortalidad; eran explotados en formas sumamente crueles por las élites de origen europeo, explotación cuya constancia a través de los siglos dio lugar a que se creara toda una serie de teorías morales con supuestos principios biológicos, ideologías para justificar esta crueldad entre humanos quienes realmente solo pertenecen a una única raza, pero socialmente han sido categorizados de acuerdo a una serie de rasgos físicos arbitrarios.


Pero esta opresión inmensa con la que siempre cargaron los africanos y sus descendientes nunca los desmotivaron, al contrario, esta población que ha sufrido en demasía no ha dejado de luchar desde ese entonces por su dignidad. Las rebeliones en las plantaciones del sur de Estados Unidos fueron comunes desde su concepción, rebeliones que inspirarían el movimiento abolicionista y que llevarían a los afroamericanos a su emancipación de la esclavitud en la guerra civil (1861-1865). Esas rebeliones serían comunes en otras partes del continente y particularmente en Haití llegarían al grado de revolución en 1804. Pero la emancipación no trajo consigo la igualdad en condiciones de vida: aunque en el periodo inmediatamente después de la guerra civil, durante la reconstrucción, hubo varias concesiones hacia los afroamericanos, como el voto universal, la mayoría de estas medidas serían limitadas o retiradas ante la presión de los grupos paramilitares de supremacistas blancos, como el Ku Klux Klan. Esto daría lugar a un sistema de racismo institucionalizado, especialmente en el sur del país, que llegaría a sustentarse bajo las leyes Jim Crow, cuya doctrina determinaba que el trato entre la población blanca y la afroamericana sería de iguales pero de forma separada, dicho de otro modo, creaba toda una serie de instituciones segregadas para cada población, aunque tratando a los afroamericanos como ciudadanos de segunda clase. Estas leyes no serían abolidas en su totalidad hasta el triunfo del movimiento por los derechos civiles encabezado por Martin Luther King Jr en los 1960s. Pero el triunfo de este movimiento y el desmantelamiento del racismo institucional visible solo dio lugar a mecanismos más sutiles de racismo. Inmediatamente después de este hito hubo un periodo en el que se promulgaron políticas de discriminación afirmativa, en la forma de cuotas de personal que las distintas instituciones debían reservar para la población afroamericana. Con el triunfo del neoliberalismo en los años ochenta, este tipo de políticas se verían desechadas y se daría un giro hacia un modelo “neutral” de políticas raciales, donde se asumiría que la población afroamericana ya no necesitaba ninguna ayuda, ya que supuestamente se había acabado de fondo con el racismo, y se argumentaba que si se seguían con las políticas raciales favorables se iba a discriminar ahora a los blancos. Se exigía que el mercado se hiciera cargo de acabar con la discriminación ante las distorsiones que las intervenciones del gobierno creaban en el terreno económico. Básicamente se estaban invisibilizando los problemas estructurales que siglos de esclavitud y racismo institucional habían traído consigo, y que hacían difícil que los afrodescendientes gozaran de las mismas condiciones favorables que parte de la población blanca tenían.

¿Pero cómo es que la población afroamericana sigue sufriendo de racismo sistemático si ya no existen aparentemente mecanismos de exclusión?

Bueno, pues para saber cómo siguen siendo discriminados los afroamericanos, simplemente hay que hacer un análisis rápido de las estadísticas disponibles en varios rubros sociales, que revelan las fuerzas invisibles que hay detrás de su opresión. En proporción a su población, la población afroamericana supera por mucho a los blancos en cantidad de población encarcelada, número de personas disparadas y asesinadas por la policía, en número de sentencias y años servidos por tipo de crimen. Poniéndole números a esto y también analizando el caso de los latinos, la población afroamericana adulta comprende el 12% de la población, la latina el 16% y la blanca el 63%: pero en las cárceles el 33% son afroamericanos, el 23% latinos y solo el 30% blancos 1 ; para poner otro ejemplo, de todos las personas que no portaban armas y que fueron víctimas de disparos por parte de policías, el 36% fueron afroamericanos, el 18% latinos y el 42% blancos 2 . Los afroamericanos viven en barrios, que contrario a lo que pasa en los predominantemente blancos, son vigilados constantemente por la policía y deben sufrir la humillación de ser parados en la calle habitualmente por agentes policiales que sospechan de sus intenciones. En proporción al tamaño de su población, los afroamericanos se encuentran en mayor porcentaje en la pobreza que los blancos, y las desigualdades de las que sufren son reproducidas por medio de su exclusión al sistema de salud, educación, al mundo laboral y a viviendas dignas. El gobierno estadounidense, no contento con excluirlos de la bonanza económica, hasta los ha tratado en ocasiones como conejillos de india, sin consentimiento, en el área de la investigación biomédica: particularmente de 1932 a 1972, cuando experimentaron con un grupo de 600 afroamericanos para evaluar el desarrollo natural del sífilis en pacientes sin tratamiento (experimento Tuskegee), pacientes que nunca fueron informados sobre su infección con esta bacteria. De igual forma, la comunidad latina ha sufrido también de experimentos parecidos, por ejemplo: en los años cincuenta, en Puerto Rico se probaron los efectos de la primera píldora anticonceptiva en cientos de mujeres sin que ellas lo supieran. Las reformas políticas que han intentado darle lugar a los afroamericanos en las altas esferas no han acabado con las condiciones precarias de esta población, las divisiones de clase entre la propia población afroamericana han relucido de forma constante en estas relaciones de poder, es más, ni el hecho de que se haya electo a Barack Obama en 2008 como el primer presidente afroamericano cambió la situación de la población afrodescendiente sustancialmente. Recordemos que el sistema capitalista está construido alrededor de los intereses de la burguesía que busca explotar a la clase trabajadora y quedarse con la plusvalía, sin importar la raza o etnia de los trabajadores, y mientras esta clase esté dividida les resulta mejor, ya que impide que se genere organización con el poder suficiente para derrocarlos. Barack Obama llegó bajo el partido Demócrata al poder, un partido que se ha caracterizado a lo largo de la historia por representar los intereses de las élites, al igual que el partido Republicano, aunque con un discurso “progresista”, por lo que era de esperarse que cualquier medida en pro de los afroamericanos, y de la clase trabajadora en general, iba a ser bastante mediocre. No solo sucedió ésto, sino que Obama, contrario al discurso de diversidad que ostentaba, aumentó el ataque hacia los inmigrantes y fue él quien construyó las primeras jaulas y campos de concentración para albergar a los inmigrantes detenidos en la frontera, campos que han salido a relucir también durante la presidencia de Donald Trump. Joe Biden, quien sirvió como vicepresidente durante la presidencia de Obama, y actual candidato del partido Demócrata para la presidencia de los Estados Unidos, por lo tanto no es alguien que debería inspirar confianza ni esperanza en la población afroamericana en las próximas elecciones.

Ante la desesperación de la población afrodescendiente por su situación, el movimiento Black Lives Matter (BLM) surge como parte de un hashtag compartido a través de Twitter en 2013, después de que el sistema de justicia absolviera a un hombre blanco de ir a prisión después de que mató en 2012 a un joven afroamericano, Trayvon Martin, que paseaba tranquilamente por la calle. Pero sería hasta 2014 cuando las masas saldrían a las calles a protestar en contra de la violencia policial ejercida contra ellos, indignados por el asesinato de Michael Brown en Ferguson, Missouri, y Eric Garner en Nueva York, este último asfixiado por policías en una escena parecida a la de George Floyd. En esos años se creía que reformar a la policía y el sistema carcelario podrían resolver los problemas a los que se enfrentaban, pero la falta de organización en el movimiento y la cooptación de varios de los líderes por parte del partido Demócrata, cuando Obama estaba en ese entonces, solo dio como resultado la implantación de cámaras corporales en todos los oficiales. Claramente esto no sirvió de nada y todos los planes que habían hecho para cuando Hillary Clinton ganara la presidencia en 2016 fueron desbaratados cuando el que ganó fue Donald Trump, del partido Republicano, quien desde un inicio se refirió a los manifestantes del BLM como terroristas. El movimiento perdió notoriedad con los años, hasta revivir en 2020 con el asesinato de George Floyd, reforzado ahora ante el intento de asesinato de Jacob Blake. En esta ocasión el movimiento se ha caracterizado por su masividad y su esparcimiento por todo el país, además del cambio que se ha dado en el tipo de consignas lanzadas por unas más radicales, de reformar a la policía a quitarle fondos a esta institución para utilizarlos en programas sociales. El movimiento no solo ha desatado en Estados Unidos toda una serie de cuestionamientos sobre la sistematización del racismo, sino que ha influenciado a movimientos en otros países, como en Francia, Reino Unido, Indonesia, Australia, por nombrar a algunos, en donde las etnias minoritarias han sido victimas de sistemas similares.


Para entender por qué el movimiento se enfoca en sus demandas en contra de la policía, se debe de recordar que la policía es el instrumento por preferencia que las élites han usado a lo largo de la historia para placar las inquietudes de las poblaciones explotadas. La afinidad de la policía con los supremacistas blancos en Estados Unidos es bastante aparente, y un simple análisis de algunos de los sucesos de años anteriores que involucran a policías exponen claramente esta relación: tanto el joven blanco, Dylann Roof, que abrió fuego en una iglesia negra y mató a 9 personas en Charleston, Carolina del Sur en 2015, como el otro
joven blanco, Patrick Crusius, que abrió fuego en 2019 en un Walmart en El Paso, Texas, con el objetivo de matar latinos, consiguiendo asesinar a 23 de ellos; ambos fueron detenidos tranquilamente por la policía, sin disparo alguno. De forma similar este año, después de que el joven blanco Kyle Rittenhouse mató el 25 de agosto a 2 en Kenosha, Wisconsin, en una manifestación del movimiento BLM, la policía llegó a donde se encontraba este sujeto, y aún cuando los manifestantes les gritaron a los oficiales que detuvieran a Rittenhouse por el crimen que había cometido, los polícias ignoraron sus súplicas y pasaron de largo sin prestar atención al homicida, centrándose en reprimir a los manifestantes. Se conocería luego cómo los policías se habían mostrado en un inicio amigables con Rittenhouse y hasta le habrían regalado un agua embotellada antes del incidente. Pero no sea un afroamericano como Jacob Blake que decida ignorar a los policías y subir tranquilamente a su camioneta con sus hijos, o a George Floyd cuyo único crimen era el poseer un billete de $20 dólares falso, porque en esos casos todo el peso de la justicia les cae. Incontables videos en Internet muestran la diferencia con la que son tratados los afroamericanos y los blancos, donde la respuesta para estos primeros siempre es sumamente violenta. En las protestas la situación no es diferente: en Portland, Oregon, por ejemplo, cuando el pasado 22 de agosto se enfrentaban los manifestantes del BLM con la extrema derecha, a quienes reprimían los policías eran a estos primeros. Es sabido que los cuerpos represores son infiltrados activamente por supremacistas blancos y la extrema derecha, y que sus sesgos son sistemáticos, pero las élites se esfuerzan por decir que los policías que han cometido todos estos crímenes contra los afroamericanos son solo algunas manzanas podridas. A la par de este fenómeno, la militarización de los cuerpos policiales ha ido en aumento, especialmente desde que Estados Unidos declaró en 2001 la guerra contra el terrorismo, y creó toda una serie de facilidades para poder vigilar y reprimir de forma más efectiva a su propia población.


Históricamente las tácticas que ha desarrollado Estados Unidos al intervenir en otros países para controlar a las poblaciones de aquellos países han sido emuladas en sus propias fronteras para lidiar con su propia población. Además, se ha creado un programa con el cual todo armamento que el ejército descarta es transferido a los cuerpos represores del país, creando unas fuerzas del orden bastante letales. Efectivamente, lo que la población obtiene en lugar de un sistema de bienestar, se lo dan en forma de un cuerpo policial más violento.


La policía colabora con grupos paramilitares de extrema derecha, las llamadas milicias, cuya legalidad está sustentada por la segunda enmienda de la constitución de los Estados Unidos, que le da el derecho a sus pobladores de poseer y portar armas. Estas milicias han jugado un papel importante en la frontera con México, por ejemplo, cazando a los inmigrantes, pero ahora son utilizadas para hostigar a los manifestantes del BLM. En las protestas de Kenosha, Wisconsin, del pasado 25 de agosto, los policías activamente trataron de hacer que los protestantes chocaran con las milicias. Algo peculiar en la historia de la segunda enmienda es que cuando los afroamericanos han querido hacer uso de este derecho, los blancos en el poder se los han negado o limitado, algo que pasó por ejemplo cuando la organización socialista afroamericana de las Panteras Negras, en California, empezaron a portar legalmente armas en las calles durante los años sesenta, hasta que los grupos supremacistas blancos, tradicionalmente en favor de las armas, temerosos en esta ocasión, apoyaron medidas para aplicar controles sobre la posesión de armas de fuego.

Las muestras de ira de la población afroamericana se han dejado ver en estos últimos meses, al igual que la creciente polarización en la sociedad norteamericana y los abusos del gobierno. La única estrategia del gobierno ha sido la represión: el gobierno federal ha movilizado a sus agentes federales e intervenido en los estados, prácticamente como si de
una invasión interna se tratara. Los agentes no traen identificación alguna y merodean en vehículos sin placas con los que secuestran a la gente. Dentro de las agencias que participan en esta operación se encuentran el Servicio de Control de Migración y Aduanas (ICE) y la Patrulla Fronteriza, aquellas que en condiciones normales se encargan de aterrorizar a la población inmigrante, entre ella la latina, y de mantener los campos de concentración en donde encierran a los inmigrantes. Ahora irónicamente las agencias son utilizadas contra los propios locales. Esto deja ver que toda la infraestructura y las fuerzas que el país utiliza para enfrentarse con los enemigos externos bien se pueden voltear y atacar a la población que dicen defender. Nos encontramos en un momento histórico, un momento de rebeldía que amenaza con transformar el sistema racista y capitalista de los Estados Unidos, un momento que requiere de la unión de todas las poblaciones minoritarias dentro y fuera del país, de todos los explotados, de tanto afroamericanos como latinos, para acabar con las injusticias del sistema que todos ellos sufren a manos de las élites predominantemente blancas, élites que llegaron hace mucho a América con el objetivo de amasar fortunas a costa de los nativos. En esta circunstancia especial en donde la rebelión se encuentra en el propio corazón del imperio que domina parte de nuestro mundo, es necesario mostrar nuestra solidaridad y luchar conjuntamente contra el sistema que opta no solo por reprimir a sus propios habitantes, sino a los de los demás países, con tal de mantener los privilegios de una pequeña minoría.

Bibliografía:

1 https://www.pewresearch.org/fact-tank/2020/05/06/share-of-black-white-hispanic-americans-in-prison-2018-
vs-2006/
2 https://www.washingtonpost.com/nation/2019/08/09/what-weve-learned-about-police-shootings-years-after-
ferguson/?arc404=true